No me gusta el transporte
público, eso es un hecho; aunque tengo diferentes grados de tolerancia, el bus
puedo soportarlo bastante bien, el tren igual, pero lo del metro es
algo que supera mis fuerzas.
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Como sardinas enlatadas |
Este medio de transporte
nunca me ha gustado y eso que el Metro de Bilbao es toda una
experiencia, fresquito en verano, limpio, muy limpio, amplio, agradable a la vista. Sin embargo, siempre me las he apañado
para utilizarlo lo menos posible (el hecho de que tuviera coche facilitaba
mucho las cosas)(Qué época tan bonita de libertad de movimiento).
Llegué a Madrid y el coche se quedó en Bilbao, así que no me queda
otra que utilizar siempre el trasporte
público y la verdad es que el Metro de la capital funciona muy
bien, es rápido y cada dos calles tienes una parada. Pero, porque siempre
hay un pero, no lo soporto.
En invierno, vas abrigada
hasta arriba y para cuando llegas al vagón, después de bajar hasta el subsuelo,
estás achicharrada con el abrigo, la bufanda y los guantes puestos. Quitarte
algo de ropa para no caer desmayada se convierte en una lucha continua, pegando
algún que otro codazo al de lado para sólo conseguir desabrocharte la
cremallera y acabar con más calor si se puede.
Una piensa que en verano
las cosas mejorarán con el aire acondicionado, pero no, todo va a peor. Soportar los 40 grados en
Madrid no es tarea fácil.
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Combinación de olores |
Hace calor, mucho calor,
entras en la estación sorteando a todos los que tienen prisa (¿no sería mejor
salir un poco antes de casa?), el anden es un horno y cuando por fin llega el
metro con su ansiado aire acondicionado resulta que hay más gente que en
Torrevieja en pleno mes de agosto y como mucho, el único aire que te llega es
el de los resoplidos del de al lado. Un placer en todos los sentidos vamos. Y
hay algo que jamás entenderé, ¿cómo la gente puede ser tan guarra? Se supone
que a esas horas estamos todos bien aseados y duchados ¿cómo es posible ese
olor infrahumano por la mañana? ¿Y qué me decís de de los trajeados bien
afeitaditos con una peste a alcohol digno del Oktoberfest?
Debo decir que esta mañana
he vivido todas las malas experiencias en el metro de una vez y he llegado
bastante enfurruñada al despacho. Aunque no tiene por que ser tan terrible,
siempre preferiré el coche con mi música y mi olor a Emporio Armani.
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