Prometo que este es el tercer y último
post sobre el metro y el transporte público, pero es que este tema da para
escribir largo y tendido. Ha queda clarísimo que el metro no es lo mío, aún así
me resigno porque no me queda otra.
Entre todos los malestares que me
provoca, a parte del calor que hace y ese tufillo que de vez en cuando
desprende, el mayor de todos es la mala educación de la gente. Si el otro día me
quejaba de aquellos que hablan a voces, mi consternación de hoy son los que
entran al vagón avasallando al resto.
Vamos a ver, hay un dicho conocido por
todos que reza Deja salir antes de
entrar. Bien, pues no es tan difícil, vamos que es de Primero de Educación
Infantil, hay animales mejor adiestrados que la fauna que una se encuentra en
el Metro. Por el trabajo, frecuento
mucho Plaza de Castilla y Gregorio Marañón, dos estaciones con bastante
afluencia de personas y cada vez que me bajo del metro, hay una marabunta de
gente esperando entrar ansiadamente. ¿A qué tanta prisa? ¿Os pensáis que se va
a ir el metro dejándoos en tierra? ¿Qué necesidad tengo de recibir empujones de
aquellos impacientes que no pueden esperar un minuto a tener vía libre para
entrar cómodamente? ¿Es que nadie os ha enseñado modales? Y sí, estoy también
va para los ancianos (mas bien diría ancianas) que se creen que por ser mayores
tienen licencia para hacer lo que les de la gana cuando les da la gana, así que
si les place llevarse por delante a medio vagón, lo harán tan sólo por ser los
primeros en entrar.
Y ya de paso, ahora que los Pokemon Go
(que sigo sin tener ni repajolera idea de en que consiste) están tan de moda,
hago un llamamiento a aquellos que van con el móvil en la mano mirando al suelo
como si buscaran oro: mira al frente que luego te chocas.
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