miércoles, 4 de febrero de 2015

Verde que te quiero verde

Hace unos mese hice un pequeño viaje a Asturias, un paraíso natural como los que ya no se encuentran.  Me quedé fascinada al encontrar esos paisajes tan verdes, montañas con cascadas de agua, pequeñas aldeas rurales.

Vivimos en un mundo en el que dejarnos el móvil en casa supone un gran trastorno para nosotros, pegados las 24 horas a Intenet, las redes sociales y como no, el whatsapp. Nos ocultamos bajo el anonimato que la red proporciona, tenemos más relación con bloggers o followers que con nuestra propia gente a la que vemos cada día.  Hemos llegado al punto de no salir de casa por estar enganchados al portátil casi las 24 horas del día. ¿Qué pasaría si algún día se cayera todo este sistema? ¿Se colapsaría el planeta? (Gran ejemplo de esto es la serie Revolution que sin duda recomiendo). Voy a todo esto porque mis tres días en esa tierra tan hermosa me han hecho reflexionar, tal vez haya sido porque no tenía cobertura la mayoría del tiempo, pero vivir sin estar pegada al móvil ha sido toda una revelación. No quiero tener esa dependencia del teléfono, chequearlo cada minuto en busca de algún entretenimiento o alguna nueva información.  Hay un mundo ahí fuera que no estoy dispuesta a perderme. 
 

 
Desde el puente romano de Cangas
Fue una escapada rápida así que no me dio tiempo a mucho pero eso sí, intenté aprovecharlo al máximo. Visité Ribadesella y Cangas de Onís, sin duda este último pueblo me conquistó. El puente romano es una auténtica obra arquitectónica con una estructura única y unas vistas impresionantes.  Y para los amantes de las compras como yo, hay infinidad de tiendas  en las que se pueden comprar y degustar las reliquias gastronómicas que tiene esta tierra, comenzando por su especialidad: el cabrales. 

Asturias tiene todo un mundo por ofrecer lejos de la ciudad, todo preparado para disfrutar de la naturaleza y poder relajarse. Una de las actividades más comunes es el turismo aventura: rafting, quads, paseos a caballo, el descenso del Sella... Hay una gran variedad, desde los más tranquilos hasta los más intrépidos tienen un hueco en este paraíso.
Por desgracia para mi, el tiempo no acompañó durante mi visita así que aproveché para visitar los pueblos de alrededor y hacer turismo gastronómico. Un placer para la vista y el paladar. Fui a Llanes, visita obligatoria, donde la lluvia me dio una tregua y descubrí una playa de aguas cristalinas totalmente vacía, algo insólito. Tuve tiempo para visitar el puerto y el casco antiguo y por supuesto ir de sidras.

Me alojé en un hotel en una aldea, prácticamente en medio de la nada,  donde lo primero que veía cada mañana al abrir la ventana de la habitación era el monte. Verde y más verde. Nada de coches, ni ruidos de ciudad. Por la noche no se escuchaba nada de nada. Solo paz.  Y como se trataba de una escapara para desconectar y relajarme, me regalé una sesión de spa que me dejó como nueva.
La verdad es que Asturias me conquistó y aún me quedan mil cosas por ver disfrutar de esta hermosa tierra.
 
Playa de Llanes
 

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