jueves, 7 de mayo de 2015

Happy Holidays

Después de mucho esperar por fin me he ido de vacaciones; como era febrero y quería sol y playa elegí Gran Canaria, concretamente la zona de Maspalomas y la Playa del Inglés. Lo sé, un destino muy típico pero no quería complicaciones, tan sólo descansar y asegurarme una tumbona en la playa. Y de hecho, me aseguré una tumbona en la playa.
Dejando a un lado a zona dedicada al turismo extranjero lleno de locales con comida basura y precios desorbitados, la isla es todo un paraíso natural con rincones llenos de magia ideales para perderse del mundo.

Lo mejor para no perderse ni un detalle es alquilar un coche, recorrer la isla de arriba a abajo y conocer los lugares autóctonos que ofrece la isla. Visité Puerto Mogán, un pueblo pesquero pintoresco y artificial a partes iguales; digo artificial porque podría ser perfectamente un escenario de la Warner y Port Aventura. Casas blancas con balconcitos pintados, canales al estilo de Venecia y flores de colores que trepan de edificio en edificio proporcionando una gran sombrilla natural.
Cerca de ahí está la playa de los Amadores que me pareció preciosa con aguas cristalinas más típicas de Baleares. Situada entre dos acantilados con un monstruoso edificio en cada uno a modo de hotel, la playa cuenta con unos 30 restaurantes casi iguales donde los relaciones públicas te acosan para que comas en ellos. Pinta mal, lo sé. Pero si miras hacia el mar, olvidas totalmente  todo, no hay mucha gente aunque tal vez sea por las fechas en las que fui, el agua está limpísima y no tenía a nadie en 5 metros a la redonda, cosa que se agradece.

 En el centro de a isla se encuentra el Barranco de Guayadeque, un paraíso natural al que se llega por carreteras imposibles y llenas de curvas que te adentran a una Gran Canaria desconocida y apasionante. Naturaleza en estado puro.Lo más curioso de esta zona no son los impresionantes paisajes verdes;  lo más curioso son  las impresionantes cuevas a modo de restaurante en donde sirven la comida más típica de la isla. Nada de italianos ni comida congelada. Carnes, mojo picón, papas arrugadas, ropa vieja y por supuesto nada mejor que terminar la comida con un ron miel. Auténtica gastronomía canaria.

Nos trasladamos al norte de la isla para encontrar un pueblo con mucho encanto: Agaete. Las impresionantes montañas verdes vuelven a ser un punto imprescindible en esta zona de Gran Canaria. Sin embargo, de Agaete quiero destacar las piscinas naturales a la orilla del mar. El día que fui el mar estaba muy picado y las olas rompían furiosas contra el muro. Un espectáculo digno de ver.

Me quedaron muchos sitios para visitar porque ni siquiera pisé la capital. Pero, siempre hay que dejar por ver para tener una excusa por la que  volver.


Atardecer en Amadores


Playa de Maspalomas